Error de cálculo



He cometido un acto de autosabotaje, una especie de suicidio. Me he cortado las venas para que el amor corriera por el suelo, se deslizara entre las moléculas de polvo y desembocara en un charco escarlata que el sol acabaría por evaporar.

Pero todo tuvo un mal cálculo, porque la marca de aquel acto quedará grabada cual pintura en el lienzo superficial de la tierra. Queda plasmada allí en el cemento duro y sin sentimiento.

Heme aquí, ahora tendido en el piso, mientras la muerte se acerca con su guadaña lenta pero ferozmente. Con hambre, con sed.

El sueño siempre tan dócil y compasivo viene a visitarme, a darme el último suspiro de vida, al único acto que antecede la muerte y que al mismo tiempo se le parece más, pues hermanos tenían que ser.

Ese Hypnos que viene a tomarme de la mano para que Thanatos no me vuelva a torturar con dolor.

Ahí vienen...
Cada uno más silencioso que el otro, cada uno mas tranquilo que el otro...

Finalmente he muerto en el intento, he muerto pero con orgullo, con sinceridad, con aceptación. He hecho de la muerte mi cuerpo porque no entiendo el amor, he asesinado el amor porque ya no quise retenerlo más.

Heme aquí querida, este ha sido mi único acto de amor: el entregarle por fin la libertad. Lo he dejado escapar, lo dejé ir...ahora corre libre. Espero verte en este mi último sueño, espero volver a ver tu cara y tus labios.

...esos labios que siempre anhelé acariciar con los míos.

Personas: El Zaratustra de las flores



Hace unos días iba en la micro camino a mi casa. Siempre me gusta irme caminando desde Los Leones hasta Baquedano por Providencia, porque me gusta el parque y es un trecho que, en cierta medida, me regala algo de paz y pensamientos.
Ese día no realicé aquella tradición, sin embargo, ya entrada la tarde, un mendigo se sube con una bolsa de supermercado y en el interior había flores que había cortado por allí. A cada mujer le regalaba una flor y le decía cosas buenas...no recuerdo esas palabras. algunas lo rechazaban, otras la aceptaban amistosamente, otras sonreían. Me acuerdo de una en particular que estaba un poco seria, pero que al regalarle la flor, justamente le dibujó una sonrisa.

Luego de eso, se paró en la parte trasera del bus y comenzó a hablar de su vida, de que deberíamos vivir, de que deberíamos ser más cercanos.
Mientras lo hacía y lo comparaba con ese maestro utilizado por Nietzsche, un tipo se reía de aquellas palabras que, para mí, estaban cargadas de sabiduría, de melancolía, de historias que le ocurrieron, de pasados...quizás de amores inocentes y también oscuros.
Una mirada basto, para que dejara de ser irrespetuoso con esa persona que nos podría enseñar más de lo que quisiéramos.

Finalmente, pasó por los puestos pidiendo dinero a la gente, lo que fuera. Una mujer que estaba en diagonal hacia mí le dio una moneda pero tiró la flor...y yo pensé:

¿por qué la botó? usted se la merece!

Mi querido Zaratustra se bajó del bus, quizás a recorrer qué caminos, a realizar quien sabe qué viaje o a cortar flores por el mundo, para hacer sonreír a muchas mujeres más.