Bajo tus pies



Universo glorioso, contenedor de dioses y galaxias...

¿Es que debo mirar siempre tus ojos finos y distantes?
¿Cómo es que construiste el vasto océano en mi interior?
Las gentes me ven aireado de penas, duro como una roca, amargo como el polvo...
Pero ahí está: siempre vibrante y titilante y lleno de vida

¡Ese soñador estúpido!
¡El constructor de mundos!
¡El que cree en el hilo conductor de la vida y el último hombre en la faz de la tierra que cree en el amor!

Es ese océano el que me hace encontrar la belleza en cada paso que doy,
Es el mismo que hace que al ver un árbol se llene de dulzura mi mirada,
El que pinta los colores oscuros de esta ciudad interminable y ordenada.

Aún me pregunto de qué lugar ha nacido este bosquejo de humano,
De dónde ha florecido tanto campo fértil
En qué momento nació este trovador y poeta herido
Que recorre el mundo de su vida con una sonrisa a pesar de lo que la vida le enseña,
Ese ser humano que le importa poco entregar la carne de su corazón
Y la maldita sonrisa franca, refrescante y directa hacia el otro

El tipo este duro de matar,
Y que tú, universo, te ensañas con ensañarle a través de la lección más dura: el amor...
El talón de Aquiles elevado por diez,
El que me enseña a amar y dejar,
El único punto débil que me vuelve loco, sensible, melancólico,proyectantante de películas...

Temeroso 

totalmente desnudo hacia esos sentimientos, sin escudo
Sin recovecos y ni sombras

¡He ahí mi queja!
¡Por qué razón tenía que ser aquella piedra angular clavada en mi interior!

Pero así me hiciste: como un loco vagabundo amante de la vida, enamoradizo, que no le importa ser herido
Y así te digo a los oídos, para captar si alguna de esas estrellas me está escuchando: ...también soy a quien tampoco le han tocado una herida.

Ninguna mujer! Ningún hombre!
Ha podido acercarse a ellas
Pero aún así me gustaría la ternura de una mano cálida en mi pecho.

Me encantaría una mujer que me detuviera, que me detuviera en este ritmo imparable de vida
Apreciar su sonrisa, hacerle el amor por puro gusto, por placer, por pasión, con orgullo y violencia, con satisfacción, con fusión y complicidad...

Y aquí estoy bajo tus pies...

Deja a este loco vagabundo en su batalla con la razón y la cordura,
Déjame con el arbitrio de mi corazón
Déjame con la mirada perdida entre sueños y horizontes imposibles pero alcanzables...
Así me hicieron, con todas sus leyes en mi interior,
Y así las aceptaré para volver a amarme una y otra vez,
y también para amarte a tí en tu grandeza
Porque el milagro de ese amor maravilloso entre hombre y mujer
...al parecer me ha sido extirpado.

¡Ay universo! ¡universo duro y frío sin piedad ni compasión alguna!
Si tan valioso me hiciste, sin tan hombre y profundo me construiste,
Espero que cuando la muerte toque mis labios con su beso dulce, amargo y eterno,
Lleves mi espíritu a tu regazo,
Y volar entre galaxias y mundos desconocidos
Para volver a encontrarme con una nueva vida

...Ahora y siempre...

Sigue amando y vigilando a este vagabundo sin dirección

Entre un vaivén de polaridades



Escindido me siento a veces, cuando el punto común es el "dejarse estar".
Dejarse estar significa, en el caso de mi persona, ser preso de la peor de las musas. Esa musa que no deja encender el botón de inicio para seguir construyendo las tareas y sueños que uno se propone. Esa musa llama a la comodidad, a dejarse influenciar (y a apresarse) por la rutina. Es entonces cuando me cuestiono y con dagas mentales me autoflagelo para tomar las riendas del asunto y seguir construyendo. Esa musa posee esa fuerza: la destrucción pasiva del SER y del alma...todo lo transforma en una idiotez y amargura interior. Si no existiera, y si (y cuando) no se escucha lo que tiene para decirnos tiernamente al oído, se puede originar un agujero negro en el centro del corazón y el espíritu, que se traga todo aquello de la persona luminosa (ya quedada en el pasado) que alguna vez soñó con conquistar mundos y recorrer galaxias.
Yo por lo menos no podría ser ajedrecista de mi vida si no me diera cuenta de tan fatal idilio. No podría serlo si no me autoflagelara todos los días en que tengo trabajo que hacer para llegar a la cima, en que la musa llega una y otra vez para echarme ganas y quitármelas de un segundo a otro.

¿Por qué razón hecha ganas?, fácil: si con esa musa hiciera el amor todos los días, las ganas de mantenerme intentando alcanzar mis sueños se esfumarían como el humo de un cigarrillo.

Las ganas y la acción residen en no dejarse estar. En percatarse y despertar de aquel sueño ilusorio.

Entonces la musa sonríe cuando nos levantamos y decimos (decidimos) que, finalmente ese no es nuestro camino, solo una pequeña estación de paso. Sonríe porque sabe que nos volverá a encontrar y lo que hará nuevamente será llenarnos los oídos con sus tiernos besos y el calor de su sexo.

Y a partir de ese éxtasis, devolvernos a un ciclo nuevo de idas y venidas. Con esa herramienta, ella jamás dejará que nos olvidemos de lo que realmente queremos.


Nuestras manos sucias



Hoy en nuestro país, se recuerda como el inicio de uno de los más nefastos. Para otros, como el día en que Chile pudo mantener el orden y resurgir. Hay gritos que celebran este día y otros que claman desde las tumbas allá cerca del Hades.
La muerte, la maldita muerte. Quizás la carta del tarot nos muestra a esa muerte antropomorfa, parecida a nosotros. Ella se nos presenta como un hermano, un igual,  nuestro espejo sin carne y nos recordará siempre que la muerte estará en nuestras manos, aquella muerte indolente, sin compasión ni tampoco vida. Más allá de la muerte natural o más acá donde no existe la consciencia.
Ella no sabe si burlarse o enojarse: burlarse porque le ahorramos esfuerzo o enojarse por robarle su trabajo milenario.
Es que la muerte natural, esa que no tiene forma humana, es mucho más sabia, más digna y más humana. Existe junto a nosotros desde que dimos el primer paso por esta tierra, es parte de nuestro cuerpo...más no de nuestra alma. Es ahí donde ella pierde su poder.

Todos somos dioses en potencia y todos tenemos la vida del otro y la propia en nuestras manos. Pero jamás he visto morir a un hombre de la nada por tener una idea distinta, o simplemente por no creer en los dioses.