Carta final para la coronación de la renuncia.




Te escribo este comunicado, para quejarme. Te escribo para hacerte saber que tu rebeldía, vandalismo y anarquía hacia mí ha causado estragos inimaginables en mi reino. Sobrevivientes ya no quedan, cada muro ha caído al piso y abren paso a los vendavales y vientos huracanados del norte. El fuego sigue alimentándose con cada pedazo de madera y la muerte, aun no satisfecha, busca entre los cadáveres otro pedazo de alma.

Este es mi símbolo de la paz, ya que por cierto no te culpo. He de entregártela con humildad y resignación, he de entregártela aún sabiendo que tendré que mirarte a los ojos. Pero he de confesarte, que con lo profundo que ha llegado el pozo de mi corazón (todo gracias a tu constante asedio) que por ti ya no queda el más mínimo sentimiento, fe o esperanza. Puedes irte con tu ironía seca y cruel, puedes darte la media vuelta con tu mofa en tu entrepierna, vete con tu maldad y tu daño a la piara más cercana.
Allí donde ha quedado un vacío, he de suponer que el universo se encargará de llenarlo (¡y ojalá que así sea!) con algo que no me recuerde a ti. Acepto alegre la muerte, con emoción espero la locura, de forma estruendosa espero el caleuche y con ansiedad espero esa luz cegadora...Que me reviente los ojos para tener que amara sólo a la oscuridad profunda e infinita. Cual Edipo...así...pero esta vez no deseo Antígonas en mi vida.

El tiempo se me esfuma y debo irme. El tiempo se me esfuma y la tinta de mi pluma ya implora descanso. Me iré donde los caminos no lleven a tu capital escrita en reverso. Me voy con lo que soy y con lo que tengo, me voy hacia el universo, ¡Me devuelvo a las estrellas de donde nací y nunca debí venir! para convertirme en polvo galáctico y viajar infinitamente en esencia por cada planeta y despedirme de cada habitante que conozco.

Lograste tu cometido: ya no creo en ti, ni nada relacionado contigo.

Adiós, amor. No me busques jamás. Ya no vuelvas, porque heridas ya tengo suficiente y la sangre ya no me alcanza.

En la playa



Que frase más odiosa.

El odio no llega a serlo, pues no lo siento.
Aquella frase me confirma lo distantemente cerca que te encuentras,
Me habla de los años luz que estoy de tu boca,
Me recuerdan como pájaro carpintero las veces que pude estar cerca.

Siento celos, y mataría cada gaviota que tiene la suerte de mirarte,
Secaría las olas del mar para que no hecharan su tierna brisa sobre tus mejillas,
Apagaría toda la apuesta de sol para no darle brillo a tus ojos,
Ni tampoco obligarte a sonreír por placer.

Golpearía cada grano de arena que osara tocar tu cuerpo,
Espantaría cada montón de espuma que se atreviera a besar tus pies,
Respiraría todo el aire que necesitas con anhelo,
Robaría todas las risas y murmullos que se expanden por ese lugar.

Quemaría el frío que te pone la piel de gallina, porque yo no lo he podido hacer,
Pararía el tiempo en aquellas noches de alcohol y fiesta,
No dejaría ningún estúpido en pie que se acercara más que yo,
Quebraría cada vaso que posea tus manos y tu lengua.

Dejaría de beber alcohol si sé que te causa placer,
Y que te haga más feliz de lo que yo pueda hacerte,
Mato cada pensamiento que me dice que puedes estar con otro,
Que puedas regalarle tus caricias,
Que puedas regalarle tu sexo, que puedas regalarle ese instante.

Con todo lo robado, lo quemado, lo golpeado, lo que he secado, lo que he respirado, lo que he quebrado y lo que he dejado...
Con todas esas pinturas robadas y en mi poder, podría alegrarte, podría hacer sonreír el lienzo de tu vida,
Aunque así solo fuera por un segundo.

Facepalm

Hay entradas en este blog que me hacen sentir idiota, que fui un tonto, y que probablemente lo sigo siendo.

Sobre el idealista y el superficial



Idealizo a la mujer. Todos lo hacen.

Idealizo el amor, eso pocos lo hacen. Idealizo como podría ser cada momento, y ahí me caigo: cuando la realidad me dice que no es (y quizá no será jamás) así. Idealizo porque siento como "es el amor". Se trata de un amor primigenio, un protoamor, una especie de fuente de energía que alguna vez logré captar y ver. Es por eso que creo en el amor, aunque hasta ahora, solo he conocido una parte de él...el desamor.

La segunda auto -- crítica, sería con respecto a lo superficial. Me encanta la belleza física de la mujer, en toda su magnitud y desnudez. Me encanta tocar esas curvas, sentirlas en mi cuerpo, tocarlas y labrarlas con mis manos. Me encanta una mirada misteriosa, una sonrisa que deje entrever lo más profundo del alma, las facciones de su cara acorde con su espíritu.
Por una parte me encanta sentir ese tipo de lujuria, pero para eso debe existir la pasión, como un volcán, siempre a punto de estallar.