El abrazo de Saturno, la flecha de Quirón, el misterio de la casa VIII y un hombre enfrentado al destino.



Una vez más, una vez más...una vez más.

Saturno me abraza con su guadaña, Quirón entierra su flecha justo en mi corazón y la casa VIII me hunde en sus aguas infinitas.
La melancolía me inunda, la tristeza castra todos los otros sentimientos, la relación con cualquier mujer me lo hacen imposible.

Ya es el límite, es el muro infranqueable...es luchar contra la tormenta, un tornado y un meteorito al mismo tiempo. Acciones ya no me quedan, herramientas tampoco, ni ganas, ni voluntad...tampoco algún pequeño brillo de esperanza.

Me resta ahogarme con en este dolor y esa amenaza, solo me queda llegar al fondo del mar. Me queda caer suavemente para tocar con mis espaldas y mi pesado cuerpo aquella arena fina.

ya no puedo, ya no puedo...ya no puedo.

Me quedaré allí, aceptando el movimiento de la corriente, aceptando la falta de oxígeno. Lo único que me queda ahora...es la humildad.

Mi corazón está llorando otra vez, mi alma también.

Un estadio lleno en contra: Los primeros minutos.



Finalmente me llamaron a jugar. Las cosas se pusieron cuesta arriba en pocos minutos, pero el deporte es así.
Dudo ser la estrella de este partido, y a eso hay que agregarle que ya hice una mala jugada al pelearme con el entrenador en los camarines. Confianza hay poca, no veo al psicólogo por ningún lado.
En un suspiro decido entrar a la cancha y puedo ver a todos esos fanáticos del equipo contrario cantando en contra mía y de mi equipo. Diviso algunas personas pero al parecer a nadie le gusta el cambio y puedo ver en sus rostros la desesperanza a flor de piel, la desconfianza.
Piso la cancha esperando al árbitro, pero no me percaté cuando sacó el pito, me dio un empujón y salí trastabillando. Para no ser menos, el clima comenzó a nublarse amenazando con lluvia...

Ya nada puede estar peor.

El equipo contrario se me abalanza y se burla...no puedo hacer nada. Trato de defender y quitar la pelota pero lo único que estoy haciendo es cansarme el doble mientras los gritos enojados del entrenador me retumban en la cabeza.

Tengo que hacer algo!

Repentinamente, el balón cruza el aire, lentamente...el tiempo se detiene, hasta que en un abrir y cerrar de ojos y mientras corría detrás de ella, se posa en el suelo y logro domarla con suavidad. Miro fijamente al arquero mientras mi cuerpo eufórico va junto al esférico, ogro divisar el arco, el éxtasis ya me consumía, mientras el pelotazo cruzaba el radiante pasto verde. Mi oponente casi ya vencido no hace más que aceptar el gol que llegó a la red.

1 - 1000 el marcador.

No quiero saber el tiempo que queda.

No cacho



No sé que mierda es esta sensación. Esperaba ese momento, pero ahora se me ha esfumado por completo.

No me entiendo...