... El diario de un soñador ...







El espejo lo miraba silenciosamente. Nada interrumpía el silencio de aquel desvencijado cuarto de madera...tantas noches cobijándolo, esuchándolo, levantándolo. Ahora las tablas que lo recubrían y el cemento frío pétreo de la pared donde se encontraba su cama y escritorio, lo molestaban. Una y otra vez le recordaban que jamás se había sentido de esa forma, que la soledad estaba quemando su alma, que su ceguera no dejaba ver maravilla alguna y eso, eso le molestaba.
Estaba acurrucado bajo las sábanas mientras la noche se asomaba por su ventana y la neblina de aquel invierno se colaba por las paredes rotas...hacía frío...más de lo que el pensaba.
Con una mirada de reojo se dio la media vuelta en el colchón de ropa desordenada y fijó sus ojos en aquel escritorio...allí, quieto y mudo estaba aquel cuaderno de hojas amarillas. De mala gana se sentó en la cama y puso los pies en el suelo indulgente. Logró ponerse de pie y se sentó en la silla que, al crujir, hizo eco en toda la pieza
quebrando el silencio.
Tomó el pequeño cuaderno y comenzó a leer algunas páginas: sueños, frases, fantasías, amores, desamores, proyectos, anécdotas, risas, tristezas...¿ qué había hecho con su vida ?, ¿en qué momento llegó a apagarse la luz de sus ojos?, ¿hacia dónde escaparon sus energías?, ¿dónde se escondieron de su corazón el amor y la amistad?.

Una lágrima recorrió su mejilla, lenta y fría mientras sus ojos se cristalizaban por completo...allí, en silencio...en el ultimo rincón del mundo donde ya nadie podía escucharlo, tampoco oírlo. Se estiró en el escritorio mirando a la nada; hacía días que no comía, que no probaba un bocado, hacía días que no sabía del mundo exterior. Cerró los ojos ya cansado, sin darse cuenta hasta el frío rebotaba en su piel sin hacerle entender que estaba vivo, porque ya se estaba muriendo por dentro.
Finalmente sus ojos se cerraron...llegó a un campo de flores, todo tibio, oloroso...los aromas le penetraban la nariz de una manera maravillosa y los colores bailaban en sus ojos como nunca lo habían hecho. Miró depronto sus manos...se habían empequeñecido, cantó una canción y su voz era la de un pequeño muchacho...pero su mente no cambiaba, sorprendiéndolo. El campo era inmenso, casi sin límites donde los pajaros volaban por bandadas en el cielo despejado, las mariposas se posaban para beber néctar y, depornto, a lo lejos apareció un anciano con túnica blanca que, sonriéndole le estiró la mano.
- Juguemos? - dijo el anciano, elevando una carcajada.

La sonrisa de aquel pequeño no se pudo contener, y corriendo fue al regazo del anciano, desapareciendo ambos en aquel campo de rosas, flores y pasto donde el ocaso estaba cayendo. Era la señal que tanto anhelaba.

Su cuerpo estaba helado, tirado encima del escritorio...al lado de su rostro sonriente habían pequeñas gotas de vapor, que marcaban sus ultimos suspiros. Lo unico que le quedaba en su vida era aquel pequeño cuaderno, que tibio siempre había peleado contra el frío, que con sus páginas amarillas siempre había escapado al gris de aquel cuarto y que ahora
, había quedado en un rincón del mundo...como unico confidente de aquellos colores con los que alguna vez se vistió su amo.

By ManU


bendiciones a los que pasen :)

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