Con el sudor entre las piernas



Mujer...

Me tienes los nervios como el acero,
Me sulfura la sangre,
Mi estómago implosiona cada vez que te veo,
Mis músculos tiritan, sienten miedo y curiosidad,
Las manos se me vuelven un lago inmenso,
El aroma y tu piel, elementos de la alquimia más perfecta
Quiero esculpir cada centímetro de ese cuerpo,
hundirme en esa tierna sombra,
Invadir cada pulso tuyo,
Revolucionar toda hormona reprimida.

Quiero apretarte contra mí,
Hacerte mía de una buena vez,
Penetrar el extasis vivo en tus ojos,
Sacar de tu sonrisa aliviada un último suspiro sublime.

Ay mujer

Como me gustaría revivir el fuego de aquella noche,
Morderte el cuello, fundirme
Tratar de vencerte en orgasmos,
Dejar que conozcas el cielo,
Permitir que volases conmigo en una barcaza directo a las nubes,
Que ganas de embrujarte con juegos de manos y palabras.
Que ganas de adentrarme en ese paraíso,
Que divino recoger sus frutos.

Esta noche no te saco en rimas,
Te invoco desde mis entrañas,
Desde la base de mi herramienta,
Trato de materializar tu nombre,
Y estar solo una noche junto a tus labios,
Ay diosa mía,
Perfecto límite entre el delirio y el cosmos,
Hermoso límite entre el pecado y lo puro,
Que hermoso milagro es que confíes tu cuerpo,
Porque quiero obtener la soberanía de tu carne,
Y por eso me rebelo a ganarte el respeto,
A ganarte el poder conquistando cada territorio de tu piel,
Te maldigo por ese cuerpo turbulento,
Porque se lleva mis ojos...
Y también mi pensamiento.

Ay mujer, ¿por qué te presentas en cada fogata mía?

Sigue siendo el temor de venus,
Permiteme encontrar esa joya entre tus piernas,
Para recordar una noche antes de irme,
Para saber que por lo menos,
Fui el artista que creó su propia Galatea.

Manuel Rivero Vega



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