Entre un vaivén de polaridades



Escindido me siento a veces, cuando el punto común es el "dejarse estar".
Dejarse estar significa, en el caso de mi persona, ser preso de la peor de las musas. Esa musa que no deja encender el botón de inicio para seguir construyendo las tareas y sueños que uno se propone. Esa musa llama a la comodidad, a dejarse influenciar (y a apresarse) por la rutina. Es entonces cuando me cuestiono y con dagas mentales me autoflagelo para tomar las riendas del asunto y seguir construyendo. Esa musa posee esa fuerza: la destrucción pasiva del SER y del alma...todo lo transforma en una idiotez y amargura interior. Si no existiera, y si (y cuando) no se escucha lo que tiene para decirnos tiernamente al oído, se puede originar un agujero negro en el centro del corazón y el espíritu, que se traga todo aquello de la persona luminosa (ya quedada en el pasado) que alguna vez soñó con conquistar mundos y recorrer galaxias.
Yo por lo menos no podría ser ajedrecista de mi vida si no me diera cuenta de tan fatal idilio. No podría serlo si no me autoflagelara todos los días en que tengo trabajo que hacer para llegar a la cima, en que la musa llega una y otra vez para echarme ganas y quitármelas de un segundo a otro.

¿Por qué razón hecha ganas?, fácil: si con esa musa hiciera el amor todos los días, las ganas de mantenerme intentando alcanzar mis sueños se esfumarían como el humo de un cigarrillo.

Las ganas y la acción residen en no dejarse estar. En percatarse y despertar de aquel sueño ilusorio.

Entonces la musa sonríe cuando nos levantamos y decimos (decidimos) que, finalmente ese no es nuestro camino, solo una pequeña estación de paso. Sonríe porque sabe que nos volverá a encontrar y lo que hará nuevamente será llenarnos los oídos con sus tiernos besos y el calor de su sexo.

Y a partir de ese éxtasis, devolvernos a un ciclo nuevo de idas y venidas. Con esa herramienta, ella jamás dejará que nos olvidemos de lo que realmente queremos.


1 comentario:

Katrina dijo...

ay! esas musas! lo que escribes me recordó una vez que sumida en esa cálida comodidad olvidé todas las responsabilidades que, por tediosas que sean, debía cumplir para alcanzar mis metas. Es difícil salir de ese letargo tan suavecito y cómodo, para ponerse en marcha en la vida y no dejarse estar... La vida a veces es muy fea y dura, y las musas ofrecen un trocito calmado del más exquisito paraíso...

Pero bienaventurados los que logran escapar de esos encantos! y siguen sus sueños sin seguir a las sirenas!

Saludos