Las nubes se asomaban por Maipú, parecían helados de crema recién servidos, bañados por una cobertura de luz que los hacía más blancos y claros y dorados. Iba en el metro, a unos 4 metros de altura y apareció aquella niña de tez morena, señorita, no tenía más de 14 años...El sabor de los campos de Chile se me vino a la cabeza, las letras de aquellos grandes literatos y artistas nacidos en nuestra cuna larga y angosta. Sobre cuentos de inocencias perdidas y patrones perversos convertidos en lobos al acecho, sobre la madre parada detrás de su hija y frente al espejo mientras el cepillo cargado por las duras manos esforzadas acariciaba su cabello, recordando para sí inundada de melancolía aquella vez que se entregó al amor de un único hombre que le prometió el mundo y no encontró más que llanuras sin vida. Me recordó el padre esforzado, con su saco de harina sobre los hombros para el alimento de la casa, al mismo tiempo que maldecía el ser pobre y no dar educación a su hija.
Me recordó esa inocencia tímida, esa inocencia pura encerrada en un cuerpo de cristal que no sabe de maldad, que para ella el mundo sigue siendo aquel lleno de rosas, de juegos, de complicidad con amigas, de vistazos fugaces con pequeños hombrecitos de su misma edad...
Me recordó también a San Felipe, aquellos días de invierno nublados y fríos donde las nubes bajaban por las cordilleras y cerros corriendo a toda velocidad como buscandonos para jugar a la ronda; Cuando con mi tata íbamos al cerro, cuando la alegría corría por las venas de la casa de mis abuelos cada dieciocho de Septiembre; me acordé de que cuando era chico y salía a jugar a la calle, allá por aquellos lugares...siempre sentí el universo en mi interior...
Hoy, me "enamoré" de una pequeña que me trajo un mundo a mis pies...a veces la belleza llega más allá de lo material...
Bendiciones a los que pasen
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